Alice Austen, la transgresora fotógrafa homosexual que perdió toda su fortuna en el ‘crack’ de 1929
Fue en 1951 cuando, por casualidad, el historiador Oliver Jensen descubrió el trabajo de la fotógrafa Alice Austen (Nueva York 1866 -1952), la niña rica de Staten Island, una zona acomodada del estado de Nueva York, que perdió toda su fortuna en el crack de la Bolsa de 1929. Fue una de las primeras mujeres americanas en trabajar con su cámara al aire libre. Todo comenzó como un juego, sin embargo, su afición a la fotografía, disciplina de la que nunca se sintió una profesional, salvaría a Austen de terminar sus días en un hogar para pobres tras la bancarrota.
Las imágenes de Austen resultaron tan novedosas como escandalosas. Retrataba la relación de mujeres –y entre mujeres– en espacios donde se daban ambientes íntimos y distendidos donde las normas sociales de la burguesía a la que pertenecía perdían toda su vigencia en favor de la tolerancia.
La neoyorquina, que se inició en la disciplina después de que su tío le trajera una cámara de Europa, tomaba imágenes sin precedentes empapada de gran libertad carnal y espiritual, a pesar de vivir en el seno de una sociedad encorsetada donde la mujer estaba destinada únicamente a hacer picnics en la playa y la montaña o jugar a los bolos en los pasillos de las amplias mansiones de sus padres o maridos.
“Que me mirasen raro por conducir o fumar me hacía sentir poderosa”
Mujeres metidas en la cama con el pelo suelto asalvajado, vestidas con ropa masculina mirando divertidas a la cámara o retratos medio en cueros ataviadas sólo con enaguas, corsés y máscaras de disfraces mientras fumaban –una actividad, por cierto, por la que la mujer podía ser arrestada– eran sólo algunas de las instantáneas más transgresoras de la artista. Gertrude Eccleston, Julia Marsh, Sue Ripley –todas de familias de alta alcurnia– y la propia Austen servían como modelos y se divertían al margen de la sociedad, un hecho, explicaba a menudo la fotógrafa, que les valió el sobrenombre de The Darned Club (‘El Club Oscuro’).
“No me molestaba que los chicos nos pusieran ese nombre, es más, creo que nos convino porque la relación con estas chicas me ayudó a sobrevivir en mi sociedad, juntas podíamos reírnos y no estar avergonzadas de nuestras relaciones o de los que éramos. Creo, además, que muchos nos llamaron así porque les molestó estar al margen de nuestra diversión”, decía la estadounidense.
Austen rompió las reglas de lo que era ser mujer en su entorno y sabía que los demás la miraban extrañados, aunque asumía de buen grado sus extravagancias. “Se quedaban mirando mi talento y mis cigarrillos. Preguntaban sobre mis sugerentes fotos, me gustaba que lo hicieran porque me encantaba ver a las personas confundidas por las tres mujeres en la cama o cuando nos vestíamos de hombres. Eso me hizo sentir poderosa, tenía el poder de hacer pensar a la gente con mi cámara”, explicaba.
Fue la primera en tener coche en Staten Island, jugaba atléticamente al tenis, hacía natación, golf o patinaje enseñando los tobillos a todo el que quisiera verlos, una actitud impropia de una señorita de la era victoriana. “Vivía feliz, nos divertíamos, éramos mujeres que no teníamos miedo a vivir y a soltarnos. No descarté por completo la vida clásica en la que nací, la adoraba casi siempre, pero me construí un mundo propio y redefiní las líneas en las que una mujer como yo debía encajar. Era despreocupada e independiente, hacía lo que quería y jamás miré atrás”, decía.
La relación de más de 50 años de Austen con Gertrude Tate
Austen compartió toda su vida con Gertrude Tate, una maestra de niños e instructora de baile a la que conoció durante un viaje a Catskills en el verano de 1899 que abandonó su vida en Brooklyn en 1917, a pesar de la desaprobación de su familia, y se instaló en Clear Comfort, la mansión familiar del S. XVII de los Austen que hoy custodia todo su legado fotográfico. “Gertrude cambió mi vida, con su humor cálido y su alegría espontánea pude vivir momentos increíbles. Pasar tiempo juntas nos hacía muy felices”, decía sobre Tate.
Vivieron juntas en la mansión familiar alrededor de 30 años y disfrutaron de largas temporadas viajando por Europa, un placer al que sólo accedían las clases más pudientes o los artistas ávidos de descubrir las vanguardias pre y post a la I Guerra Mundial del Viejo Continente. La relación de ambas nunca fue escondida, sin embargo, no siempre se le ha dado a Tate la visibilidad que merecía o el peso que había tenido en la conservación de la mansión centenaria o en la obra de Austen.
Sería hace tres años, el 17 de junio de 2017, cuando Tate y Austen serían reconocidas como iconos del colectivo homosexual. La mansión Clear Comfort, que no fue demolida en los años 50 gracias a la protesta colectiva liderada por la fotógrafa Berenice Abbot y el arquitecto Philip Johnson, fue designada como sitio de referencia nacional de la historia LGBTQ de Nueva York, un proyecto financiado por la Oficina de Preservación Histórica del Estado de Nueva York.
“No me importaban los problemas financieros que preocupaban a la gente”
En el aspecto financiero, Austen, perteneciente a una clase social acomodada, sólo se preocupaba de disfrutar. “No me importaban los problemas financieros o lo que fuera que preocupara a la gente. Yo pasaba mis días haciendo jardinería en el Staten Island Garden Club, acudiendo a la Errington School for Young Ladies y codeándome con apellidos como los Roosevelt o los Vanderbilts”.
Tras el crack de 1929 y en plena Gran Depresión de EEUU, al igual que millones de americanos que habían invertido todo su dinero en la Bolsa de Nueva York, Austen perdió todo su dinero, aunque hacía tiempo que su fortuna no pasaba por un buen momento. Desinteresada por sus finanzas y sin capacidad de generar riqueza a través de sus trabajos fotográficos, Austen optó por jugarse todo en los mercados para ganar el mayor dinero en el menor tiempo posible. La especulación hizo el resto.
La bancarrota y la venta de la mansión Clear Comfort
En 1945, ahogadas por las deudas y tras un intento de poner en marcha un salón de té cinco años antes, Tate y Austen se desprendieron del archivo fotográfico y tuvieron que vender Clear Comfort y los muebles familiares –esos que siempre había fotografiado para “no olvidarlos jamás”, según sus propias palabras– muy por debajo del precio de mercado para mudarse a un pequeño apartamento en el vecindario cercano de St. George. Atrás quedaban los momentos felices en medio de la naturaleza, los días de tenis o la vida acomodada. Sin embargo, no sería el único embiste de realidad para Austen y Tate.
Cuando se les acabó el poco dinero que les quedaba, Tate se fue a vivir con su familia a Queens y Alice, a la que se negaron a recibir en la misma casa, tuvo que buscar refugio en el hogar de los pobres Staten Island Farm Colony. Un lugar lúgubre y triste en el que habría muerto sumida en la indigencia si su fotografía no hubiera sido descubierta por el trabajo del historiador Jensen para Press Picture en 1951 y valoradas por publicaciones tan importantes como ‘Life’, revista que dedicó a Austen un amplio reportaje que daría a conocer su vida y su obra a todos los estadounidenses.
“Siempre estaré agradecida a Oliver Jensen por no dejar que mi trabajo caiga en el polvo de mi mente. Estaba feliz, no sólo por poder pagar una residencia de ancianos privada –a la que Tate acudía cada semana hasta su muerte–, sino por descubrir que lo que era un placer para mí, ahora lo es para muchas otras personas y que, además, mi trabajo viviría para siempre”.